Al repasar las tramas que se repiten una y otra vez en las grandes historias, desde La Iliada hasta Star Wars Rogue One, queda demostrado que nos pirran las narrativas que abordan la lucha y el sacrificio de los héroes anónimos. Y es que no hay quien no se emocione viendo las imágenes de aquel hombre que había salido a comprar churros y el periódico interponiéndose en el camino de los tanques en la plaza de Tiananmen. Ahora que nos metemos en Semana Santa, tiempo de contricción, mesura y ponerse tibio a torrijas —cuyo origen te cuenta aquí la maravillosa Ana Vega— me gustaría recordar a un puñado de mis heroínas favoritas: Caridad la Negra y sus compañeras, prostitutas en el barrio del Molinete de Cartagena y salvadoras de una parte importante del patrimonio artístico y religioso de la ciudad, al igual que hiciera en la ficción Burt Lancaster en El tren (disponible en Filmin) o en la realidad el Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles. Empecemos por el principio. La talla de la virgen de la Caridad, patrona de Cartagena, fue creada por el imaginero Giacomo Colombo y llegó al puerto murciano procedente de Nápoles en el año 1723. La figura muy pronto alcanzó fama de milagrosa por, según se dice, traer consigo a la ciudad uno de los tesoros más misteriosos y venerados de toda la región: lluvia. Años más tarde, la talla casi perdía su estatus ya no solo de patrona de la urbe sino de objeto con presencia física, ya que poco después del golpe de estado del 36 el ambiente en Cartagena, fuerte núcleo republicano, estaba tirando a tenso y se sucedían los conflictos callejeros. Sin embargo, encontrándose la imagen de la Caridad en la basílica del mismo nombre, el 25 de julio de 1936 los concejales José Martínez Nortes, Miguel Céspedes Pérez y el fundador de Izquierda Republicana en Cartagena José López Gallego organizaron la resistencia vecinal para evitar la profanación y quema del edificio y sus reliquias. Es aquí donde la segunda Caridad de esta historia entra en acción, puesto que la resistencia encontró pronto comandancia en la figura de Caridad la Negra, la meretriz más notoria del barrio del Molinete, muy próximo al templo. Situado estratégicamente cerca del puerto, el Molinete fue durante los siglos XVIII, XIX y principios del XX un hervidero de libertinaje, depravación e historias de marineros a la altura de cualquier fantasía de Hemingway. Construido sobre el antiguo barrio del foro romano, la colina de Arx Hasdrubalis fue el enclave principal donde se asentaron los cartagineses a la hora de fundar la urbe. Cabe suponer que los antiguos pobladores se echarían las manos a la cabeza si hubieran sospechado el futuro licencioso de la zona —o puede que no, con la antigua Roma nunca se sabe—. Por sus calles y numerosos bares y cabarets de nombres tan sugerentes como Trianón, El Pajarito, El Gato Negro o La Puñalá, circulaban gentes humildes, marineros, prostitutas, madames y personas de dudoso oficio y moralidad. No en vano, el barrio del Molinete se ganó sobrenombres tan célebres como El barrio chino o La pequeña Marsella. Una vez que nos hemos hecho una idea de con qué clase de vecinos estamos tratando, cobra muchísima más fuerza la imagen de Caridad la Negra encabezando a un nutrido grupo de trabajadoras del sexo dispuestas a defender la imagen de la patrona de la ciudad a toda costa. Así, estas buenas señoras se plantaron en la puerta de la basílica enarbolando tijeras y cuchillos de cocina y con un discurso disuasorio que cabría resumir en "Entrad si tenéis huevos". Esto último es literal, ya que según parece López Gallego llegó a exclamar rodeado de prostitutas dispuestas a luchar junto a él hombro con hombro "Si tenéis huevos, subid esos escalones, pero con la pistola en la mano". No sabemos si fue por miedo y respeto a estas mujeres y hombres o porque la turba profanadora recordó de repente que tenía otros asuntos que atender sin demora, pero la basílica no ardió ese día ni ningún otro de la guerra. No corrió la misma suerte la catedral de Santa María de Gracia del siglo XIII, también en Cartagena, que quedó parcialmente destruida tras un bombardeo del bando nacional. Como no hay historia sobre la valentía de los héroes de a pie que no acabe con cierto sabor amargo, López Gallego tuvo que marchar al exilio tras la guerra, al igual que muchos de sus compañeros y el Molinete encaró un proceso de declive que culminó el 21 de junio 1974 con la demolición de todo el barrio. En cuanto a Caridad la Negra y sus compañeras, aún a día de hoy, en mitad del fervor religioso que despierta en la ciudad la Semana Santa, existe un pequeño hueco para recordar a este grupo de pecadoras y cada Lunes Santo —es decir, mañana— los portapasos de la Piedad depositan un ramo de rosas negras a los pies de la virgen como agradecimiento. Selección del contenido y redacción de la carta: Cristina Ortiz @chococriskis |
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